Uno de los temas esenciales en la vida de cualquier ser humano es el amor que, según cómo cada sujeto lo experimente, puede ser el motor de empuje para lograr plenitud personal o bien transformarse en el mascarón de proa de un penoso naufragio sentimental. Motivo de charlas interminables entre amigos para entender la opinión de quienes se conocen de años, el amor siempre da lugar a un debate fecundo para desentrañar el actuar de la pareja de alguno/a de ellos/as. Es también el amor una de las palabras que más resuenan en el diván desde que el psicoanálisis se propuso indagar en el universo inconsciente de las personas. Pero, ¿por qué el amor es siempre sintomático para el psicoanálisis? El analista Mariano López señala a PáginaI12 que “eso es un descubrimiento freudiano que, hoy en día, tiene incluso toda su importancia política porque el descubrimiento de Freud consiste en que no hay una norma en cuanto al encuentro de dos cuerpos”, según explica este docente e investigador en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires de las materias Psicopatología, Clínica de adultos y Usos del síntoma. Miembro del Foro Analítico del Río de la Plata y de la Internacional de los Foros-Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano (IF-EPFCL), López se dedicó a estudiar con rigurosidad analítica el fenómeno del amor, un tema convocante para cualquier individuo con sólo nombrar esa palabra de tan solo cuatro letras que puede dar lugar a una vida dichosa como también a dolorosos desequilibrios emocionales.
Parte de su investigación sobre “el” tema del ser humano –tal vez el más importante antes que la muerte– la plasmó en el libro que coescribió con la psicoanalista Cecilia Tercic en El deseo como destino. Acerca del amor y la sublimación (Ed. Letra Viva). Pero López también suele establecer su mirada psicoanalítica sobre el amor en las conferencias “El amor en las neurosis” de la materia Psicopatología de la Facultad de Psicología, que suelen ser muy concurridas todos los años y que son motivo de un aplauso colectivo al finalizar cada una de ellas. López retoma la idea de que el amor es siempre sintomático para el psicoanálisis: “Es un descubrimiento que Freud realizó justamente a partir de haberse encontrado con la variabilidad en los seres humanos de la elección, en principio, de su objeto amoroso. Los planteó en textos como, por ejemplo, Tres ensayos sobre teoría sexual. “Ahí Freud lo planteó como perversiones y se encontró con que no hay norma. Tampoco hay un objeto natural. Tal vez hoy en día decir: ‘No hay un objeto natural’ es algo que tiene su aceptación, pero en los tiempos de Freud claramente fue algo disruptivo. Que el amor sea sintomático, en principio, parte de que no hay un objeto adecuado para todos como especie. No hay eso. Sin embargo, hay algo que suple lo que no hay: lo podríamos llamar síntoma.”
–¿La elección de un objeto de amor es inconsciente o qué otros factores intervienen?
–Es siempre inconsciente. La pregunta por la determinación del objeto de amor es un clásico: “¿Por qué me querés?” Es una pregunta que sólo puede responderse mintiendo. Desconocemos cuáles son los motivos, las causas que hacen que cada uno elija un objeto distinto, aunque en algunos casos algo de eso puede situarse. Hay casos famosos, donde Freud pudo situar una condición erótica. Eso puede decir algo en cuanto a la elección del objeto, a que un cuerpo sea atraído por otro cuerpo. Después hay que distinguir al amor de eso. Una cosa es la atracción de un cuerpo por otro cuerpo y otra cosa es el fenómeno amoroso, en términos de decidir permanecer cierto tiempo con ese alguien al que nuestro cuerpo nos atrajo.
–¿O sea que no se puede responder la pregunta acerca de qué es lo que hace que un sujeto se enamore?
–Se pueden decir algunas cosas. En principio, hay determinaciones; es decir, que existe lo que Freud llamó “las condiciones de amor” y que son condiciones que se producen a partir de la fijación de la pulsión a algún objeto. Freud estableció condiciones de amor en términos reales, donde ubicamos particularmente la fijación de la pulsión. En términos imaginarios, también: Freud habló de las imago, por ejemplo, maternas y paternas. Y también en ciertos rasgos significantes. Es decir que sabemos que hay determinaciones del objeto de amor. La elección no es azarosa, pero el azar tiene un lugar en la construcción de esas condiciones de amor. Una vez que eso se establece, en la elección del objeto hay determinación, pero en la constitución de las condiciones de amor interviene el azar. Podemos decir algunas cosas respecto a las elecciones amorosas, pero el amor siempre es algo del cual no se puede decir del todo. No se pueden construir determinaciones absolutas. A eso me refería con que siempre hay algo del misterio del amor que se mantiene, incluso aun en el amor de transferencia.
–¿Qué diferencia hay entre amar y estar enamorado, según el psicoanálisis?
–No sé si en el psicoanálisis tenemos una diferenciación formal teórica entre el fenómeno del amor y el estar enamorado. En general, se suele llamar enamoramiento a cierto primer momento en el encuentro amoroso. Y se suele usar la expresión del amor para algo que puede trascender ese momento donde se produce, tal vez, el efecto ilusorio de que hay complementariedad, que la elegida es la persona perfecta para uno, que no hay desencuentro. Evidentemente, para que el amor pueda trascender ese primer momento más ligado a la idealización se requiere que algo del síntoma del otro pueda soportarse e incluso, en cierta manera, ponerse en relación con el propio inconsciente.
–Usted menciona el tema de la complementariedad y, en ese sentido, el mito de la media naranja no existe porque para el psicoanálisis no hay complementariedad en una relación, ¿no?
–Para el psicoanálisis no hay complementariedad en ninguna relación. Eso tiene que ver con lo que me preguntaba anteriormente: ¿Por qué para el psicoanálisis el amor es siempre sintomático? Decía antes que es algo también político del psicoanálisis. Y me parece que hoy en día el psicoanálisis tiene una posición política en cuanto a sostener que el amor es siempre sintomático porque hay ciertas teorías y corrientes que, de alguna manera, plantean que el amor podría ser algo armonioso, en donde se pueda dialogar (algo que hoy está muy en boga) tranquilamente, sin pasiones, sin enojos. El amor no tiene mucho que ver con eso. En el amor, el desencuentro está presente todo el tiempo. El amor es el encuentro de dos seres irremediablemente distintos. Entonces, que no haya complementariedad es para el psicoanálisis una posición política que es enseñada por los analizantes a los analistas. Nosotros, los psicoanalistas aprendemos del amor fundamentalmente por nuestro análisis, pero también por lo que nos encontramos de nuestros analizantes. Entonces, que el amor sea siempre sintomático también implica esta idea de la no complementariedad. Ahí hay dos. Y algo fundamental para el psicoanálisis es que dos no hacen uno. Y el desencuentro es fundamentalmente el signo de que ahí hay dos. El desencuentro es siempre angustiante. Por eso, la angustia no es un fenómeno que hay que separar del fenómeno amoroso. Incluso, no es algo que el psicoanálisis combata ni elimine. La angustia tiene para los seres hablantes una función de orientación que nos sirve justamente para orientar nuestro deseo. El deseo no es algo que podamos decir: “Quiero tal o cual cosa”. El deseo no es articulable del todo en la palabra. Y la angustia puede servir para que alguien haga otra cosa que la que hace el neurótico porque éste frente a lo angustiante, a la angustia de castración, de lo que podría perderse, retrocede. Sin embargo, se podría hacer otra cosa distinta: como plantea Lacan, frente a la angustia se le pueda arrancar su certeza. Para los psicoanalistas, la angustia porta una certeza. Y es la certeza de que ahí hay algo que vale la pena. Lacan nos enseña que no engaña. En tanto afecto que no engaña, el ser hablante podría hacer otro uso de la angustia que no sea retroceder sino darle su valor, su sentido de orientación, más para avanzar que para retroceder. Y digo lo de la angustia porque el uso que hacen otras disciplinas de la angustia o lo que hacen con la angustia es intentar que desaparezca: medicar o sugestionar para que no haya angustia. Es lo que impera hoy en día: cuando hay angustia hay desencuentro y “Eso no va más”, “Hay que cambiar por otro objeto”. Es la lógica del mercado: cambiemos por otro objeto, fantaseemos con que hay otro que funciona mejor, nuevo modelo más afín con nosotros.