¿Por qué la angustia es lo más difícil de soportar?

¿Por qué la angustia es lo más difícil de soportar?


 

Se la confunde con el miedo pero es una aflicción única, que afecta sin saber qué es lo que lo provoca


¿Por qué la angustia es lo más difícil de soportar?
Una persona puede saber a qué tiene miedo, pero en cambio no sabe el origen de la angustia (PeopleImages / Getty)
Araceli Fuentes

La angustia es entre todos los afectos el más difícil de soportar. Quien no se ha angustiado no sabe hasta dónde puede llegar el sufrimiento. En el lenguaje psiquiátrico actual se califica a la angustia de ataque de pánico, panic attack, confundiéndola con el miedo. Pero el miedo no es la angustia, el miedo se dirige a un objeto de la realidad: el sujeto puede saber a qué le tiene miedo, mientras que desconoce por completo el objeto de su angustia.

Este desconocimiento es estructural, es decir, que no hay conocimiento posible del objeto que angustia porque no se trata de un objeto común de la realidad que podamos nombrar o imaginar. La realidad para cada uno de nosotros tiene un carácter subjetivo: cada cual ve la realidad según el cristal con el que la mira, pero ese cristal funciona como un velo que nos mantiene al resguardo de otra dimensión que está excluida de la representación.

La angustia es la señal de que el velo de la realidad se ha rasgado y esa otra dimensión ha irrumpido siendo nuestro cuerpo el primer afectado. Esa otra dimensión también está presente en cualquiera de los síntomas que nos producen malestar. En ambos casos se pone en juego lo más singular de cada sujeto y su tratamiento debe ser también singular. Para entender en qué consiste la singularidad del tratamiento diremos que se trata de escuchar las palabras de cada sujeto, el modo en que se refiere a lo que le pasa.

Factores importantes

La precariedad y la incertidumbre actuales que aparecen en todos los niveles y en las relaciones favorecen el surgimiento de la angustia

Hay circunstancias que favorecen la emergencia de la angustia, así la precariedad y la incertidumbre actuales que aparecen en todos los niveles de la vida y en todas las relaciones, son coyunturas que favorecen el surgimiento de la angustia. El hombre actual percibe la falta de garantías: nada está garantizado, todo es incierto y la incertidumbre genera angustia. Hay una relación directamente proporcional entre la incertidumbre, el no saber lo que va a pasar, y la angustia.

Pero no todas las angustias son iguales. Cuando se trata del deseo, lo que produce angustia es no saber que desea el Otro. ¿Qué quiere el Otro de mí más allá de lo que me dice o de lo que me pide? La pregunta por el deseo del Otro me concierne como objeto de ese deseo. ¿Qué objeto soy para él? ¿Qué lugar ocupo en su deseo?

Más allá de la voluntad

El deseo no es el móvil que queremos o la comida que apetece, se nos presenta siempre como deseo del Otro porque no sabemos lo que deseamos

El sujeto neurótico trata de defenderse de la angustia que le produce ese enigma de una manera particular: lo transforma en una demanda, haciendo que el otro le pida algo. De esta manera “traducimos” ese interrogante en algo a lo que creemos poder responder.

Hay que pensar que el deseo es inconsciente y no se confunde con el querer o con la voluntad. El deseo no es el móvil que queremos comprar o la comida que nos apetece, se nos presenta siempre como deseo del Otro porque no sabemos lo que deseamos, aunque algo de nuestro deseo se pueda vislumbrar en nuestros sueños, en nuestros olvidos y actos fallidos. En definitiva, en lo que hacemos o decimos sin querer. Cuando llamamos a otra persona con otro nombre u olvidamos una cita algo del deseo inconsciente aparece en ese acto fallido.

Una pulsión sin freno

Pero hay otras angustias referidas a la inminencia del goce que afectan a nuestro cuerpo. Aquí se hace patente la afirmación de Jacques Lacan al decir que “tenemos miedo de nuestro cuerpo porque goza”.

Cuando prestamos demasiada atención a los signos de goce que provienen del cuerpo propio nos angustiamos. Es lo que les ocurre, por ejemplo, a esas personas hipocondríacas que no pueden dejar de pensar que ese malestar que sienten es el signo inequívoco de una enfermedad.

Para Lacan, detrás de la angustia, está la pulsión que, como una voluntad de goce, quiere satisfacerse sin que pueda ser frenada ni por el placer ni por la homeostasis. Como si algo en el sujeto le empujase a no dejar de pensar en esa posible enfermedad, siendo el propio pensamiento una manera, extraña pero persistente, del cuerpo para satisfacerse.

Fuente: La Vanguardia

Imagen:» El vacío del Alma». Jean Louis Corby

Angustia Ansiedad PSICOLOGOS | Tratamiento

   Gran Vía de San Marcos 3  - 24001, León

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies