Algunos efectos secundarios de la pandemia
Psicólogos León . Terapia Presencial – Terapia Online
Fabián Fajnwaks
¿Qué podemos decir desde el psicoanálisis respecto de la pandemia actual que ha modificado nuestras costumbres, nuestro modo de vida, nuestra relación a los otros?
Se ha leído de maneras muy diversas la irrupción de este real en nuestras vidas, y diversos intelectuales han encontrado allí la confirmación de algunas de sus teorías : la aceleración de la propia destrucción en el corazón del sistema capitalista mismo (S. Zizek), un nuevo capitulo del « capitalismo de desastre » (N. Klein), o de la Biopolitica ( G. Agamben), una lupa (Jean-Luc Nancy) que agranda las diferencias sociales existentes entre las clases mas favorecidas y las más precarias. Todos estos desarrollos dicen algo de cierto. No hay dudas que la pandemia actual haya sido producida por la acción del hombre, ya sea porque algunos virus se han escapado de un laboratorio en China, o porque el virus ha pasado de un animal a otro, antes de viajar a Europa por estos simpáticos animalitos y pasar al hombre. No se trata en este caso de aquello sobre lo que ironizaba Lacan en «La tercera» hablando de la «angustia de los investigadores», cuando evocaba el riesgo que quizás «algunas bacterias se filtrarían por debajo de la puerta de un laboratorio y se encargarían de hacer desaparecer lo real, y con ello la dimensión del síntoma». En el caso de la pandemia se trata más bien de un nuevo capítulo de la destrucción del hombre por el hombre mismo[2], y de Thanatos presente en su voluntad de ejercer su dominio en el mundo.
Probablemente se trate de la manipulación de lo infinitamente pequeño lo que ha llevado a este accidente que hizo pasar el virus al hombre. Pero habrá seguramente aún otro efecto secundario de esta Pandemia: el acrecentamiento de las diferencias entre las clases sociales que ya estaba en curso antes de la Pandemia. En esto, tememos que la pandemia haya actuado como un enorme catalizador de la injusticia distributiva, acentuando las diferencias entre las clases más desfavorecidas y la concentración del Capital entre unos pocos, abriendo aún mas el surco que la pauperización de las clases medias corre el riesgo de producir. La gran víctima de esta pandemia corre el riesgo de ser la clase media, ya en vía de polarización acentuada: hacia abajo más generalmente que hacia arriba. No sabemos aún cómo lo político tratará esta cuestión, pero a juzgar por las últimas manifestaciones en Francia por ejemplo con la crisis de los «gilets jaunes» el riesgo es una criminalización de la protesta y la consecuente represión social de la misma.
Lo que puede acentuar aún más la polarización de cada una de las posiciones: la de los protestantes y la de los gobiernos, cada vez más sordos a ésta. El psicoanálisis no tiene mucho que decir en cuanto a este punto, claramente político y social, sino constatar cuanto el lazo social que constituye el fundamento del discurso, corre el riesgo de debilitarse y de fragmentarse aún mas. Lacan ya lo señalaba en “La Tercera”, justamente señalando el carácter de proletario del individuo, de no tener con qué hacer lazo social. Algunos sociólogos ya nos advierten[3] de los riesgos del teletrabajo y de los efectos del aislamiento: atomización de los trabajadores, quienes, sin poder casi ya encontrarse, se ven cada vez más desarmados en la defensa de sus derechos. Es este también un «efecto secundario» de la pandemia. Ciertamente que esta disolución del lazo social se encuentra ya presente en la estructura de lo que Lacan llamó el «discurso del capitalista», ya que no constituye estrictamente un discurso, en el sentido que J. Lacan le da a este término, sino un circuito, que a la diferencia de un discurso, no rechaza al goce, sino que lo produce en su funcionamiento: creemos que la pandemia, aquí también, no habrá sido más que un catalizador en acelerar este proceso.
¿Qué efecto produce esta disolución del lazo social? Fundamentalmente un acentuado descrédito a la palabra, ya que ningún pacto simbólico se sostiene frente a esta creciente ascensión del goce. Como consecuencia de esto, un ascenso también de la paranoia generalizada en lo social y un acrecentamiento de la agresividad que el empuje a lo imaginario produce, no permitiendo ya lo simbólico regular la relación entre seres hablantes. En los países de América latina, por ejemplo, en los que redes de solidaridad existían entre ciudadanos para paliar a la dimisión del Estado de funciones que clásicamente aseguraba (planes de vivienda, planes de salud), estas redes se han visto disueltas en los últimos años en los que se ha desarrollado un discurso de «sálvese quien pueda», acompañando y legitimando las políticas neoliberales que han defendido los últimos gobiernos en el poder.
Pero quizás el efecto de desamparo que este movimiento de retiro del Otro que constatamos produce, no sea tan nefasto como parece: quizás en la angustia que produce en el ser hablante, esta sensación de desamparo le lleve a querer hablar y a buscar hacer lazo social con un otro, del cual el psicoanalista podría ser el partenaire. No para consolarle, claro está, sino para poner a trabajar esta angustia y permitirle vivir lo más adecuadamente con los síntomas que presenta nuestra época, a los cuales, reconozcámoslo, los psicoanalistas se encuentran también sujetos. El psicoanálisis permite leerlos diferentemente y por esta razón, vivirlos también de manera diferente.
Otro modo de presencia
Habría mucho que decir sobre cómo la pandemia ha cambiado nuestra practica como analistas, permitiendo una hibridación de nuestra practica: allí donde antes nos rehusábamos a hacer sesiones a distancia, ahora hemos cedido a la ausencia de los cuerpos en la sesión, modulando cada vez el tipo de contacto que establecemos con los analizantes. Contacto visual o no, presencia sólo de la voz lo que acerca la presencia a la ausencia de placer escópico. Determinamos para cada analizante cuál es el modo de contacto que privilegiaremos. Lo que es seguro es que con la Pandemia, el psicoanálisis y su practica ha entrado en la era de lo ‘distancial’ y que tendrá que realmente servirse de este modo técnico para encontrar un modo que permita hibridar la distancia con la presencia, tanto en las sesiones como en los distintos eventos que se organizan en el marco de la transmisión. Quizás este modo original de utilizar lo ‘distancial’ más que degradar la palabra, permita introducir más rigor en la palabra a distancia, inversamente a lo que se teme. Aleja al cuerpo, ciertamente, quien se verá aún más puesto en relieve en el encuentro presencial, pero quizás la relación con la palabra no se degrade tanto como se teme: ya podemos verificar que hay algo de la transmisión que a pesar de la ausencia de los cuerpos pasa sin embargo por los eventos que organizamos a distancia. Será no solamente circunstancial, sino a combinar con la presencia física, sirviéndonos de la tecnología para asegurar que la transmisión sea posible.
[1] Psicoanalista miembro de la ECF. Profesor del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII.
[2] En el momento en que escribo estas líneas la OMS anuncia ocho millones de muertos en el mundo por el Covid-19.
[3] Eva Illouz particularmente en https://www.liberation.fr/debats/2020/06/09/eva-illouz-le-teletravail-est-un-mode-de-fonctionnement-qui-s-oppose-a-l-activite-politique-et-socia_1790763/
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