La soledad y el vínculo. Clínica del aislamiento, ética de la soledad

I  JORNADA DE LA FCPOL  
2 de junio de 2018  
  MADRID 

 

Clínica del aislamiento, ética de la soledad

Andrés Borderías

El creciente aislamiento de los ciudadanos y su sentimiento de soledad preocupan a los políticos, las administraciones públicas y los profesionales que se ocupan de lo que resta del estado del bienestar. Según algunos estudios provenientes de la sociología y la psicología, nos encontramos ante una “epidemia” que afecta a un número creciente de sujetos, con consecuencias muchas veces graves para su salud. En varios trabajos de amplio espectro se han encontrado concomitancias significativas entre indicadores de aislamiento e índices de depresión, de abuso de tóxicos, de sobremedicación y de deterioro general de la salud -incluidos suicidios- índices que estarían incrementándose de modo alarmante en amplios sectores de la población en los últimos años. (1)
Hasta tal punto preocupa a los gestores de lo público este nuevo síntoma que en Gran Bretaña, Theresa May ha nombrado recientemente a Tracey Crouch “Ministra de la Soledad” (2). Para responder a esta “epidemia”, los gestores de lo público siguen las indicaciones del discurso psicosocial, con propuestas diversas, que van desde el desarrollo de redes de atención social a domicilio, a la promoción de call-centers, y espacios de encuentro comunitarios, como Men in Sheds o los Knit and Nattergroups. (3) Lo “comunitario” apoyado en las nuevas tecnologías surge así como nuevo paradigma para el tratamiento de esta “epidemia”.
¿Qué puede decir el psicoanálisis al respecto? Las iniciativas comunitarias pueden ser formas eficaces para promover el encuentro entre los ciudadanos, pero la experiencia clínica nos permite afirmar que esto no va al fondo del problema y que es insuficiente para dar cuenta en cada caso de la causa del aislamiento y de la función que este síntoma puede jugar para un sujeto en concreto.
Nada más ilustrativo de los límites del “comunitarismo” que la denominada “fobia social”: la clínica nos enseña que algunos sujetos recurren al aislamiento como una forma eficaz para evitar el encuentro con un real insoportable, de modo que su aislamiento implica a la vez una solución y una fuente de malestar para ellos.
Por otro lado, el “comunitarismo” deja de lado la cuestión de la constitución misma del vínculo entre los sujetos. Ignora así lo que promueve, el papel que juega en el vínculo la identificación a un ideal, o a un fantasma, la incidencia de las relaciones imaginarias y sus consecuencias. Este pragmatismo de buenas intenciones corre entonces el riesgo de generar otro tipo de aislamiento, pues un sujeto puede quedar confinado en su nueva comunidad, o contribuir al aislamiento entre las comunidades mismas, cuando no el empuje hacia el conflicto o la segregación entre las diversas agrupaciones que se promueven en esta lógica.

♦Transformaciones en el vínculo social
El aumento del aislamiento ocurre en la época de la globalización, en medio de la expansión de los medios de comunicación, de transporte, y de un nuevo mundo virtual.
El ciudadano moderno depende cada vez más de sus propios recursos, eso es constatable desde el inicio del siglo pasado con la desaparición de la familia extensa (4) y la disolución de los grandes ideales que habían cohesionado hasta ese momento las sociedades europeas, como bien supo recoger Stefan Zweig en El mundo de ayer y más recientemente Zygmunt Bauman o Richard Sennet (5).
Sigmund Freud expuso en ese momento, en su conocido texto Psicología de las Masas y análisis del yo las operaciones simbólicas, estructurales, que permiten dar cuenta de la constitución del vínculo y la socialización del niño. La Identificación, la función del Ideal del Yo, la incidencia de la castración bajo el régimen del Padre, el amor y la elección de un nuevo parteneire son algunos de los conceptos con los que Freud abordó el proceso que permite al niño pasar de su soledad “autoerótica” a un vínculo social, en el que el amor, el deseo y la satisfacción han encontrado un régimen civilizado.
Lacan señaló posteriormente el papel corrosivo que el discurso de la ciencia ha operado sobre el viejo orden simbólico, disolviendo la consistencia de la función paterna, los Ideales, cortocircuitando la castración y, en definitiva, la estructura misma del discurso con el que el sujeto establece un vínculo.
Dicha“evaporación del padre” (6) ha dejado cicatrices tanto en el vínculo social como en la subjetividad de modo que el aislamiento del hombre actual se debe en parte a la disolución de los discursos que le permitían establecer un vínculo.
Para dar cuenta de este proceso Lacan habló de “proletarización del individuo…que ya no tiene nada con qué establecer un vínculo social” (7). El impase de los partidos políticos, los sindicatos, y de todas aquellas instituciones sociales articuladas alrededor de la “solidaridad”, la evaporación misma de este Ideal, permiten captar su alcance. Las más recientes transformaciones urbanas en las que el lugar y el lazo de los sujetos están siendo profundamente alterados por el turismo de alquiler, no son sino otra muestra del alcance de esta afirmación y podríamos encontrar otros muchos ejemplos de la conmoción de los modos de establecimiento de un vínculo ordenado por los viejos discursos.

♦Transformaciones en la subjetividad
De lado de la subjetividad podemos señalar otros efectos de la conmoción del orden simbólico que favorecen el aislamiento. Algunos de ellos vienen también de la mano del discurso capitalista: la captura del sujeto por el goce autista que obtiene de los objetos de consumo, objetos “plus de goce”. El individuo moderno tiende a buscar su felicidad en el campo del goce, pero cortocircuitando el deseo. Es la adicción generalizada y el aislamiento consecutivo.
Por otro lado, las transformaciones en el orden simbólico han tenido una notable incidencia para muchos sujetos que  experimentan una fragilidad subjetiva importante que les impide “tener un cuerpo”, una identificación y una relación en el campo del deseo suficientemente consistente como para establecer una relación vivible con un partenaire. Estos sujetos deben entonces construir sus propias invenciones y trazar su propio camino.

♦Clínica del aislamiento
Entre los impases del discurso, los efectos del goce sobre el sujeto y la fragilidad subjetiva, podemos situar un amplio campo de la clínica del aislamiento. Señalemos alguna de sus figuras paradigmáticas en la actualidad:
El Hikikimori, frecuente entre los adolescentes de las sociedades hipercompetitivas (8). Se trata de adolescentes en la mayoría de los casos, que en las sociedades como la japonesa, renuncian de modo radical a este Otro infernal y se encierran en el hogar familiar.
El sujeto que tras la pérdida de su trabajo se sumerge en la depresión y el aislamiento, pues una identificación, o una nominación ha quedado invalidada para él, poniendo a cielo abierto una fragilidad amparada hasta ese momento en su “función social”.
El adicto, a una sustancia, a un objeto, a una práctica de goce, al servicio de una separación del Otro, o con efectos de cortocircuito sobre el deseo.
Por último, el autista, que de modo radical encarna el no ingreso en el discurso.
Más allá de la variedad de formas y causas del aislamiento, una para cada individuo podríamos decir, encontramos en la clínica los inventos y soluciones que cada sujeto construye, a veces con gran esfuerzo, para establecer o reengancharse a una relación con los otros. La variedad de fórmulas desarrolladas nos lleva a aprender de cada caso la lógica que reside tanto en su aislamiento como en el posible restablecimiento de un nuevo vínculo.

♦La soledad, más allá del aislamiento
Nuestra reflexión no se detiene en la problemática del aislamiento. El psicoanálisis diferencia el aislamiento de la soledad, en la que reconoce una condición primordial del hombre por el hecho de ser parlante, nada hay de patológico en la soledad.
El hombre está sólo ante lo real de su cuerpo y padece la inexistencia de lo que Lacan denominó “proporción sexual” entre su goce y el ajeno, relación que no puede escribirse en el inconsciente. Esta es la condición estructural de su soledad.
En el seminario Aún Lacan afirma “Lo que habla, sólo tiene que ver con la soledad, sobre el punto de la relación […] que no puede escribirse. Ella, la soledad, en ruptura del saber, no sólo puede escribirse, sino que además es lo que se escribe por excelencia, pues es lo que de una ruptura del ser deja huella.”Y un poco más adelante, en ese mismo seminario afirma: “El Uno […] representa la soledad […] no se anuda verdaderamente con nada de lo que al Otro le parece sexual” (9).
Lo que se escribe en el inconsciente no es la relación sexual, sino un Uno sólo, aislado, huella de una “ruptura del ser”, de un traumatismo o de una experiencia de goce cuya traza más sensible emerge en el síntoma. (10)
De este modo Lacan apunta al corazón solipsista del sujeto: la escritura en el inconsciente de un goce propio y singular como un Uno radicalmente solo. (11)
Por eso, si la fenomenología del aislamiento tiende a ser interpretada en clave psicopatológica, la cuestión de la soledad nos sitúa más bien en el terreno de la ética, de la posición y las respuestas de cada sujeto ante su síntoma, ante la causa de su deseo y de sus ideales, frente a los que se encuentra radicalmente sólo.

♦En las instituciones
Los psicoanalistas en las instituciones acogemos esta gran diversidad de posiciones y de variedades del aislamiento. Es un punto de partida que puede permitir la instalación de la transferencia.
Transferencia con la institución, que a veces se encarna en un analista, o en varios, y que puede permitir el surgimiento de un nuevo vínculo, inédito, gracias al cual un sujeto podrá tratar de hacer algo distinto con sus dificultades para vivir. Lacan señala que “el inconsciente es que en suma uno habla, si es que hay parletre -ser parlante- uno habla solo (…) Uno habla solo porque no dice sino una misma cosa, salvo si uno se abre a dialogar con un psicoanalista”, (12) lo que supone una nueva forma de construir un vínculo en el que se incluye la pregunta por el deseo.
De todo ello hablaremos en esta primera Jornada de la FCPOL, que también será la oportunidad para la puesta en común de la experiencia entre psicoanalistas que trabajan en instituciones muy diversas desde hace muchos años, pues la transferencia de trabajo forma parte del vínculo que el discurso psicoanalítico inspira.

 NOTAS

  1. Así lo afirma un estudio reciente de las Universidades de Chicago y de Leuven, dirigido por John Cacioppo y Julianne Holt-Lunstad, realizado sobre 300.000 personas en varios continentes, según el cual el sentimiento de soledad y de aislamiento afectaría a un tercio de la población en las sociedades desarrolladas. Ver también la investigación “La soledad en España”, de Juan Díez Nicolás y María Morenos Páez, promovida por la Fundación Axa y la Fundación ONCE.
  2. Tracey Crouches desde el pasado 17 de enero de 2018 Minister for sport and civil society. Los medios de comunicación y la opinión pública han rebautizado su cargo como Loneliness Minister : “The minister for loneliness will need all the friends she can get”, by Stewart Dakers, en The Guardian del 23-Enero-2018 ( “…more tan nine million people in the UK often or always feel lonely” ).
  3. Idem.
  4. En 1884 Engels recoge ya esta transformación en su conocido ensayo “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”.
  5. Zygmunt Bauman, La Modernidad Líquida. Richard Sennet, La corrosión del carácter.
  6. Jacques Lacan, Nota sobre el padre, en “El Psicoanálisis”, revista de la ELP nº 29.
  7. Jacques Lacan, La Tercera, en “Intervenciones y Textos” nº2. “Sólo hay un síntoma social: cada individuo es realmente un proletario, es decir, no tiene ningún discurso con qué hacer lazo social.”
  8. Hikikimori, en Wikipedia: “literalmente “apartarse, estar recluido” es un término japonés para referirse al fenómeno social que las personas apartadas han escogido abandonar la vida social.”
  9. Jacques Lacan, seminario XX Aún, págs. 145 y 155.
  10. Philippe La Sagna, De l´isolement à la solitude, par la voie de l`ironie, en Mental nº24, Revue Internationale de Psychanalyse.
  11. Jacques-Alain Miller ha desarrollado esta cuestión en “El Uno sólo”, Curso de orientación lacaniana del año 2011. Inédito.
  12. Jacques Lacan, Seminario XXIV, « L´insu que sait de l´une-bevue s´aile à mourre ».

Fuente: I Jornada de la FCPOL 

 
 
 
 

La Soledad

Javier Peteiro
   
Hablan, hablan, hablan. Parlotean sin cesar en la televisión y en la radio. Hablan tanto, que ese ruido de otros parece compañía, aunque no se esté con ellos. Es habitual que muchas personas enciendan la tele o la radio para oír voces humanas. Es igual lo que digan; incluso, como le ocurría a la protagonista de “Gravity”, reconfortaría escuchar a otros, aunque hablaran en chino y no se les entendiera. La voz humana acompaña, es paliativo para la soledad de muchos.

Sabemos si se ha producido un terremoto en Nepal, si ha habido una matanza en Texas o si Corea del Norte está dispuesta a ensayar otro misil, con la misma facilidad que nos afectan los devaneos amorosos de futbolistas, cantantes y modelos. Miles de personas han vibrado de modo sustitutivo con la empalagosa canción de los “triunfitos».

El caso es sentirnos acompañados, aunque sea sin compañía real alguna. Lo real… ¿qué era eso en estos tiempos de redes sociales? Podemos hacer muchos amigos en Facebook y estar profundamente solos. El psicoanalista Gustavo Dessal lo indicaba en una entrevista[1]: “tengo pacientes con mil amigos en Facebook que se quedan solos en su cumpleaños”. 

Facebook permite que nos pseudo-comuniquemos, que transmitamos información, pero da igual que ésta toque o no lo más emotivo de cada cual; es una red electrónica. No hay voces, sólo textos, fotos y “emojis”. Twitter es más “instantáneo”; tan breve y tan malo que hasta lo usa el mismísimo Trump para decir cosas que, aunque no parezcan importantes, resulta que pueden afectarnos, generalmente para mal, a todos. 
       
Alguien escribe algo en Facebook y tiene “likes” y comentarios y… nada. Nada. Los “likes” suelen ser proporcionales en número a la banalidad del contenido: la foto de un gato, de un paisaje o de una hamburguesa se hacen más populares que cualquier texto y éste lo será de modo inversamente proporcional a su extensión. No hay tiempo para otros en esta época de narcisismo generalizado. 

Los otros sólo acaban garantizándonos en cierto modo que seguimos existiendo. En realidad, para Facebook seguiremos viviendo a pesar de estar muertos, en una especie de estúpida inmortalidad.

Y cuando dejamos de teclear y de mirar mensajes, puede ocurrir que descubramos que estamos sencillamente solos. En la más cruda de las soledades, la que parece incluso peor a esa de dos en compañía, porque la mala y continuada compañía, aunque pueda basarse en el odio, como dicen los psicoanalistas, puede apaciguar el terror a estar solo. No sólo el amor; también el odio sostiene un vínculo de relación estable. 

Nada peor que la soledad si uno no tiene vocación de eremita. Pero, o nos morimos, o se nos muere la gente. Y así nos vamos viendo abocados, en caso de sobrevivir, a una soledad cotidiana. En el periódico “La Voz de Galicia”, se puede leer un día como hoy que “más de 270,000 gallegos viven solos”[2] y que hay un 25% de viviendas que están ocupadas por una sola persona. Y todo va bien si esa persona por vivienda tiene una mínima autonomía para hacer la compra, la limpieza, comer, vivir con cierta dignidad.

Pero, aun así, la soledad quema y no sorprende que surjan iniciativas para tratar de neutralizarla un poco, para percibir que uno no está tan solo a fin de cuentas, aunque lo único que comparta con otros sea la falta, la gran falta, la ausencia de los otros.

Muchos solos, muchos espacios que se han quedado sin gente. ¿Por qué no la unión lógica? Ese ha sido el intento de un franciscano: llenar un espacio vacío de vocaciones con gente sin ellas, lo que equivale a calmar el vacío interno de algunas personas[3].

Otras iniciativas son algo anteriores. Algunas antiguas; hay residencias geriátricas, pero son insuficientes y, o bien resultan muy caras, o dependen de la “caridad”, término que, en su ambivalencia, puede ser terrible, abarcando desde un altruismo respetabilísimo hasta goces neuróticos (cuando no psicóticos) que se satisfacen en la indefensión del otro. 

Otras perspectivas parecen idealistas, como el “cohousing”[4], transmitido a los medios con imágenes de una felicidad comunitaria sospechosa .

Se habla, como de un logro médico, del aumento de la esperanza de vida y, mientras uno goza de salud y compañía adecuada, así puede entenderse; todo va bien y hasta parece que eso es bueno, aunque la vida prolongada sea enferma en muchos casos. 

Quizá, incluso en soledad absoluta, pueda darse la perspectiva de felicidad que invocaba Bertrand Russell para referirse a quien “se siente ciudadano del universo y goza libremente del espectáculo que ofrece y de las alegrías que le brinda, impávido ante la muerte, porque no se cree separado de los que vienen en pos de él. En esta unión profunda e instintiva con la corriente de la vida se halla la dicha verdadera”[5]. Pero Russell pertenecía a otro tiempo que nos parece más humano, a pesar de que no se evitara en él la tragedia de guerras mundiales.

Sabemos que moriremos solos, aunque estemos rodeados de familiares y, más frecuentemente ahora, de máquinas de soporte. Pero será un momento. Lo terrible parece que es vivir solos en un mundo de solitarios forzosos.

 
 

LA SOLEDAD DEL SÍNTOMA  Y  EL VÍNCULO DE LA TRANSFERENCIA

Araceli Fuentes
 El síntoma es una fijación de goce cerrada sobre sí misma. El sufrimiento que produce el síntoma en quien lo padece no es suficiente para que éste se abra al Otro y pueda ser tratado. ¿Qué puede permitir entonces su tratamiento?, ¿Qué mecanismo abre el síntoma  permitiendo la instalación de un primer vínculo al que llamamos transferencia?
¿Qué es la transferencia? La transferencia es creer en su síntoma, creer que su síntoma puede decir algo de usted. A partir de la instalación de la transferencia usted supondrá que existe un saber sobre su síntoma y eso permitirá poder descífrarlo descubriendo, tanto  la verdad inconsciente que hay en él, como el goce que allí  se fija. Es un hecho descubierto por el psicoanálisis que el síntoma no solo es una verdad a descifrar sino también un modo de goce experimentado como displacentero.
La transferencia no se produce automáticamente, no es suficiente con sufrir a causa de su síntoma para que la transferencia se dé. Para que un síntoma sea analizable y para que se instale el vínculo  transferencial, es decir la suposición de que hay un saber que puede dar cuenta de su síntoma,  un paso previo es necesario. Ese paso imprescindible para la instalación de la  transferencia  es la implicación del sujeto en su síntoma. En un principio el sujeto no siente que su síntoma sea cosa suya, lo vive como algo impuesto, ajeno a su querer y a su voluntad, por eso es necesario un trabajo previo que le permita  darse cuenta de qué modo  está implicado en eso de lo que se queja y le hace sufrir.  Sólo cuando el sujeto puede reconocerse en su síntoma, cuando puede ver cuál es complicidad con aquello de lo que sufre, sólo entonces el síntoma se abre a la transferencia volviéndose analizable. La transferencia que no es solo la suposición de un sujeto al saber sino que es también una forma de amor, que no se dirige al analista,  sino al saber, ese saber que en el análisis se habrá de producir.
Es el caso de Dora cuando va a ver a Freud, Dora llega a la consulta de Freud denunciando una trama que sólo podía darse con su complicidad, y es en el momento en que Freud  le muestra su complicidad necesaria para que eso que ella denuncia se produzca cuando el análisis comienza. Por eso decimos que la clínica psicoanalítica es una clínica articulada a la ética, porque implica al sujeto en lo que le ocurre y no puede hacerse sin su consentimiento.
Se podría objetar que hay síntomas que se inscriben en un vínculo sin necesidad de ser analizados,  hay tratamientos comunitarios de los síntomas, existen grupos de anoréxicas, de deprimidos, de toxicómanos, etc; pero estos síntomas son síntomas  sin sujeto y sin inconsciente, es decir que no se toma en cuenta lo singular de cada uno de los sujetos que padece el síntoma, al contrario, se hace como si los síntomas de diferentes sujetos tuvieran un sentido común, cosa que sabemos que no es así, no hay sentido común de los síntomas porque cada síntoma se ha constituido a partir del encuentro traumático entre el cuerpo y la lengua que afecta a cada uno de una manera diferente. Lo que ha producido la fijación de goce que anida en el síntoma es esa lengua llamada materna, lengua originaria que el niño escucha antes de ser un sujeto de la palabra, antes de poder saber lo que significa. La lengua materna  no es neutra, ninguna lengua lo es, pero en este caso es evidente que el modo que tiene la madre de hablarle a su hijo  porta el goce de quien la enuncia. Nacemos a un mundo de palabra pero la palabra está impregnada de goce, las palabras nos hieren, nos alegran, nos ponen tristes, en definitiva, nos hacen gozar.
El tratamiento psicoanalítico del síntoma consiste en deshacer los equívocos de la lengua que fijaron el goce del síntoma, parece lógico que si la lengua está implicada en la formación de los síntomas, sea a través de la lengua como estos puedan ser tratados.
 
 
 
 
 
Sobre el sentimiento de soledad
Vicente Palomera
 La precariedad del lazo social

De manera cada vez más descarnada se comprueba de manera creciente la precariedad de los lazos sociales, ya sean lazos familiares, de pareja, de trabajo. Hoy existe un clamor general que deplora la creciente fragmentación de los lazos sociales.  Esta conciencia de precariedad es pues uno de los rasgos sobresalientes de nuestra época.
El resultado más patente de la fragmentación del lazo social es el sentimiento de soledad creciente. Se trata de una soledad forzada, ya que el capitalismo actual convierte a cada individuo en el agente y, por tanto,  en el responsable directo de sus lazos sociales. En efecto, cada uno debe hacerse cargo del lazo social y ello nos parece normal, pero vale la pena recordar que no siempre ha sido así, que han habido épocas, en las que el problema de los individuos era saber cómo escapar a la obligación de los lazos prescritos, estereotipados y del control social que implican. Nos encontramos en otro escenario, un escenario donde el problema ya no es cómo salir del lazo social, sino cómo mantenerse en algún tipo de vínculo que pueda durar algún tiempo.
 
La invención de la soledad.
La soledad como problema humano, apareció en el siglo XVIII. Surgió como un hallazgo: el hombre podía estar solo consigo mismo. Fue la época de la aparición del personaje de Robinson Crusoe. Los ricos británicos pagaban a gente para vivir sola durante años en sus parques –»soledades» era el nombre de esos lugares– y luego se les pedía que relataran su experiencia. Esta invención fue de la mano de otra invención, la del sujeto moderno, por Jean-Jacques Rousseau.
El adjetivo “solo”, que deriva del latín solus,  hace referencia a quien está sin compañía, separado de los otros, sin vínculos familiares habituales, sin ayuda. Por su parte, el término “soledad” surge en el siglo XIII ligado a la situación de una persona que está sola de manera momentánea o durable y asociado al aislamiento, al estado de abandono y a la separación. La “soledad” no presenta de modo sistemático una connotación negativa. Alfred de Vigny, poeta romántico, declaró: “Sólo la soledad es la fuente de las inspiraciones. La soledad es sagrada”.
 
La capacidad para estar solo.
Se ha señalado que nos encontramos en la época ?)debido al hecho de que el Reino Unido es una isalaa
algo a concebir en relacidel Otro que no existe,[1] donde los ideales no tienen una función reguladora y en la que la soledad misma se vuelve problemática. 
El psicoanálisis reconoció tempranamente que la capacidad de estar a solas es el resultado de un proceso complejo. “Estar solo” es algo que se aprende. Como saben todos los educadores, uno aprende a estar solo, a soportar el sentimiento de soledad y también a aprovecharlo de la buena manera. Fueron los psicoanalistas anglosajones quienes dedicaron más interés a estudiar los diferentes rostros del aislamiento y de la soledad, destacando que lo que nos permite estar a solas es la capacidad que disponemos de separarnos de aquello que nos solicita.
Por ejemplo, en 1957, Donald Winnicott escribe que “la capacidad de estar verdaderamente solo constituye un síntoma de madurez de por sí, esta capacidad tiene por fundamento las experiencias infantiles de estar a solas en presencia de alguien”.[2] La idea de Winnicott es que la soledad es algo que se construye. La soledad es un producto: poder estar solo con alguien supone haber conseguido una cierta paz al nivel de las pulsiones sexuales y destructivas y alcanzar esa parte de la vida pulsional que no es ni excitación ni estimulación. En suma, adquirir la soledad implica haber salido de los requerimientos del mundo de las fantasías inconscientes.
En 1963, la psicoanalista Melanie Klein escribe un texto célebre titulado On solitude [3], en el que habla de una soledad que no significa estar privado de compañía. Por otro lado, hace una interesante observación clínica al referirse a la fantasía universal de tener un hermano gemelo, fantasía sobre la que el psicoanalista Wilfred Bion ya había llamado la atención en su trabajo sobre El mellizo imaginario.[4] Melanie Klein arroja una nueva luz sobre la soledad infantil: no  se trata tanto de la falta de amigos lo que está en juego, sino el hecho de que una parte de sí mismo no está disponible para el niño y esa “indisponibilidad” haría que algunos niños fuesen más susceptibles a la dependencia del Otro.
Blaise Pascal había señalado que «todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación.»  En otras palabras, lo que permite estar solo es la capacidad de separarnos de lo que hace gozar o de lo que excita: ya sean las actividades, los padres para los niños, los semejantes para los mayores, pero también las fantasías y todas las fuentes de estimulación, incluso tóxicas.
Pero, es importante no confundir la soledad con el aislamiento. De hecho, aislarse es un modo de evitar la soledad. La soledad no excluye necesariamente al Otro, como ocurre cuando uno se aísla de los demás. Podemos aislarnos de muchas maneras, sin que haya la mínima realización de la soledad. El aislamiento es un muro que paradójicamente va extendiéndose en nuestro mundo cada vez más global, en el que ya no se sabe dónde comienzan y terminan las fronteras y en el que cada individuo se ve a sí mismo como un islote en un archipiélago de soledades.
Por tanto, no es lo mismo “estar solo” que “sentirse solo”, como tampoco tener muchos amigos significa no estar solo. Lo que cuenta en todo esto es la intensidad y satisfacción en la relación con los otros. La dificultad para estar solo, tanto como las dificultades para relacionarse con otros, forma parte de los aspectos centrales de la soledad.
La falta de capacidad para estar solo puede ir desde la evitación de la soledad hasta el refugio en la soledad. Las sujetos aislados suelen tener escasa capacidad para estar solas[5], de hecho temen estar solas. La situación displacentera creada les lleva a buscar contactos sociales para romper el aislamiento. Pero la desesperación les lleva a implicarse en relaciones que, cuando fracasan, acentúan el sentimiento de soledad.
 


[1]

                  [1] Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, Buenos Aires, 2005.
[2]

                  [2] Winnicott, D.W., “La capacidad para esta solo” (1958), en: D.W. WinnicottBiblioteca de psicoanálisisRBA Coleccionables, 2007, volumen I, pp. 457-465. [El subrayado es nuestro]
[3]

                  [3] Klein, M., “El sentimiento de soledad”, en: Obras Completas, 3, Paidós, pp. 306-320.
[4]

                  [4] Bion, W. R. (1950), “The imaginary twin”, Second Thoughts, 1967 (hay versión castellana en Editorial Hormé, Buenos Aires).
[5]

                  [5] Winnicott, D.W. Op. cit.
 
 
 

EL SÍNTOMA ENTRE SOLEDAD Y VÍNCULO

Eugenio Díaz
Hay en el síntoma una vertiente pulsional, es decir de goce autístico -de soledad, en el sentido de lo que no hace vínculo, de lo que no pasa por el Otro. Y hay también la vertiente de “proceso social”.

El síntoma como la invención que cada uno hace para poder soportar el goce y la castración, como “mediador entre el sujeto y su goce”, tal como afirma Miller, aunque no sin un monto de fracaso, es lo que posibilita la adquisición de un estado civil.

Leído como ley particular del sujeto, es el modo en que éste (el sujeto), se sitúa en el mundo y queda anudado al Otro, incluso separado de él.
Es por esto que podemos decir con Lacan que el síntoma “es un proceso social” al actuar de garante de la pervivencia del sujeto mismo e impedir que quede totalmente alienado a las disposiciones del discurso del amo.

Desde Freud el respeto por el síntoma ha sido una orientación mayor para los psicoanalistas, sea en su dimensión de vínculo, lo sea en su dimensión de soledad pulsional, sea en su faz de solución necesariamente fracasada.

Sin esta versión de doble cara del síntoma (como vínculo, y como goce pulsional) sólo queda la segregación (de las particularidades, de lo singular) y/o la idiotización en la uniformización burocrática del para todos (sea diagnóstica, estadística, la de las identificaciones de masas, o la del hedonismo capitalista).

Es desde aquí que se puede leer la cuestión que plantea Lacan en el “Discurso de Clausura”: “¿cómo arreglárselas para que masas humanas destinadas a compartir un mismo espacio permanezcan separadas?”.
Las operaciones de causación del sujeto se pueden entender como una respuesta previa a la pregunta. Lacan describe el proceso de la separación, del se parare de la 2ª de las operaciones, como el paso del “vel” de la elección forzada (alienación) al “velle”, al querer. Es decir la adquisición de un estado civil, de un lugar en el Otro más allá de éste, por tanto con un deseo propio. Adquisición que nunca es sin pérdida, y que Lacan nombrará como “no hay relación sexual”, verdadero encuentro traumático.

Ahora bien, ¿cómo hacer posible y presente en las instituciones actuales, lo imprescindible de la adquisición de un estado civil, que no obvie el “no hay” estructural, a la vez que haga la contra a la soledad segregativa? Unas instituciones, que se organizan por la identificación del sujeto por un síntoma al que hay que eliminar.

En lo que se “emplean” los practicantes que trabajan en instituciones orientadas por el psicoanálisis, en lo que tratan de “aplicar” su práctica también en estas otras, es en acompañar en el proceso de saber sobre las coordenadas del goce propio, y en propiciar lugares donde la palabra no sea sin consecuencias. Para lo que se requiere pensar lo tratable como una cuestión, no como un problema; poner en primer plano la operación de la transferencia, pues es lo que mantiene la apertura al mundo; creer en el síntoma –sea un sentido a descifrar, gocesentido, o como resto con el que el sujeto opera- en tanto le hace rebelde al discurso de la adaptación.

No se trata del fomento de la comprensión, ni de apuntar a lo que no anda del lado del deber en sus diversas formas. Más bien de lo que no anda del lado del equívoco, del malentendido, de lo que no estaba escrito pero que no cesa de escribirse, perturbando “el bello orden”.

Sin esto, sólo discurso del amo, sin esto más soledad y menos vínculo.

 Fuente: I Jornada de  FCPOL 

 
 
LA CLINICA DEL CAMPO FREUDIANO Y EL LAZO
Liana Velado
La Clínica del Campo Freudiano  vive en la ciudad de A Coruña desde  hace muchos años ya y es conocida por otras instituciones que la tienen en cuenta a la hora de derivar un paciente.  Hay un lazo entre la Clínica y esas otras instituciones: Médicas, servicios sociales, asociaciones humanitarias… que conocen la clínica a través de pacientes o ex- pacientes o de sus familiares y amigos. También la clínica ha  sido conocida y suscitado interés vía psicoanálisis a través de las actividades de la  Biblioteca del Instituto del Campo Freudiano o de alguna otra actividad de Escuela.

¿Es posible el lazo social para una clínica de psicoanálisis? ¿De qué lazo se trata?

Hay lazo porque el sujeto no está solo, lo dice Miller en Un esfuerzo de poesía: «No está solo porque hay siempre el Otro, ese campo del Otro que precede al sujeto.» Ese Otro es el  del significante. ¿Y qué es fundamentalmente el lazo social? Es el poder del significante por un lado y también sobre los significantes. El lazo social es de dominación, en el discurso del amo lo que domina es el significante.

El lazo social es una ilusión, no hay un lazo social que constituiría un ideal a conseguir, sólo formas singulares de lazo. No hay para Lacan lo social como un todo, como algo unitario o igualitario, palabras como cooperación, justicia, reciprocidad, son ajenas al psicoanálisis. Para Lacan lo igualitario es asocial puesto que no permite el establecimiento de un lazo, cuanta más igualdad más caos porque no hay la diferencia simbólica que establece lugares y que sitúa a cada uno en su lugar. El lazo es en relación a un lugar, a lugares. Pluraliza los lazos sociales frente a la sociedad como un todo. El discurso que se oye en la calle, el discurso general en este momento es: La SOCIEDAD con mayúsculas,  frente a esto Lacan sostiene que hay muchos tipos de lazos sociales frente a ese todo y cuando pluraliza los lazos sociales construyendo los cuatro discursos hace aparecer el Uno social como ilusorio. «La sociedad» es una ilusión.

El psicoanálisis  aborda el lazo social como discurso y en el Seminario XVII y en Radiofonía  lo define como un modo de hacer lazo social. Propone cuatro discursos, uno de ellos el del Psicoanálisis, que es una nueva manera de hacer lazo social. Los otros tres son el del Amo, el de la Universidad y el de la Histeria. 

La palabra discurso en el diccionario tiene como una de sus acepciones: «Que circula», algo que circula, y cuando en un discurso algo circula «un cuarto de vuelta»esas letras van a otro lugar y se produce un  cambio  de discurso.

Si el discurso hace lazo es porque hay una relación entre términos situados en lugares, el discurso es entonces algo más que las palabras, las excede.  Los lugares son el del agente que comanda y se dirige al Otro, lugar de trabajo, debajo del agente el lugar de la verdad y debajo del trabajo la producción o resto de ese trabajo. Los discursos son aparatos de goce. En el discurso del Amo, que es en el que estamos inmersos, ese aparato de goce es de producción. El agente es el S1, significante amo, es el amo del sujeto, es  el que media entre el sujeto y el conjunto de los significantes. El sujeto está en el lugar de la verdad,  y el objeto plus de goce en el lugar de resto de producción. Entre el sujeto dividido y el resto, objeto a, hay separación, el objeto es lo que cae del discurso, por eso verdad y producto no se pueden unir. En el discurso del amo el lugar de trabajo es S2 por lo que ahí va  a estar el esclavo. Dice Lacan en el Seminario 17 página 20: «Por otra parte, tal vez recuerden algo en lo que insistí varias veces al año: El campo que corresponde al esclavo, es el saber, S2. Si leemos los testimonios que tenemos de la vida antigua, en todo caso del discurso que se producía sobre esa vida, no cabe ninguna duda sobre lo que digo del esclavo, caracterizado como soporte del saber.»

El esclavo lo que sabe es hacer, está en ese lugar, pero saber hacer no es saber transmitir, no es la episteme. Y añade Lacan en la misma página: «Empecemos distinguiendo lo que llamaré en esta ocasión las dos caras del saber, la cara articulada y aquel saber hacer tan emparentado con el saber animal, pero que no está desprovisto, en el esclavo, del aparato que hace de él una red de lenguaje, y de las más articuladas. Se trata de darse cuenta de que esto, la segunda capa, el aparato articulado, puede transmitirse, lo que significa que se  transmite desde el bolsillo del esclavo hasta el del amo, si es que en aquella época había bolsillos.»

No es lo mismo un saber hacer que un saber transmitir. Este es un tema importante del psicoanálisis y también del final de análisis, «savoir y faire»  trae de suyo saber transmitir. Y un tema importante para todos, el poder transmitir algo del saber del psicoanálisis.

Para el esclavo, es  el lugar del que trabaja, pero también el lugar del que goza. ¿Cómo convertir ese saber hacer en saber de Amo? Habrá que introducir en el amo algún deseo de saber, porque el amo lo único que quiere es que la cosa funcione, no tiene deseo de saber nada. (Esto es hoy muy evidente) En la página 22 del mismo Seminario Lacan lo dice así: «Un verdadero amo, esto es algo que por lo general hemos visto hasta épocas recientes, y cada vez se ve menos, no desea saber nada en absoluto, lo que desea un verdadero amo es que la cosa marche.»

El discurso que históricamente introduce el deseo de saber en el amo es el discurso histérico. Un giro del discurso y
 
$—>S1
a  // s2
Aquí  en el lugar de agente el sujeto dividido dirigiéndose a alguien que supuestamente sabe y del que quiere que produzca un saber. Lo que  queda oculto debajo de la barra  de $ es la causa de su deseo.
 
Un  cuarto de giro del discurso del amo y es su reverso el discurso analítico: 
 
a—->$
S2 // S1
Aquí comanda el analista en su función de objeto, no de significante. El sujeto es puesto a trabajar para que caigan los significantes amo, los que han comandado su vida, quedan separados, no enlazados a S2 porque si no sería volver a empezar.

Como en el discurso del amo para que alguien entre en el discurso analítico debe producirse una cierta histerización también, pero es preciso que gire y se ponga a trabajar en otro lugar. En el discurso Universitario el lugar del agente lo ocupa el saber:
 
S2-—->a
S1  //   $
El profesor universitario es quien tiene el saber y lo distribuye, lo transmite. No es un sujeto supuesto saber, es el saber, es el sujeto identificado al saber. Debajo de la barra de S2 está S1, el significante amo. Dice Lacan en este seminario que lo que tiene escondido el discurso Universitario es el poder del Amo. La Universidad tiene el monopolio del saber, da títulos que posibilitan y  habilitan para trabajar, para ejercer cualquier práctica.

No es posible mucha alianza con ellos, ni con el discurso del amo, ni con el de la Universidad, tampoco rebatirlos, discutirlos, porque protestar contra el discurso del amo es entrar en él y lo mismo con el de la Universidad, incluso aunque sea la protesta histérica, entra en el discurso del amo para denunciarle, para protestar.

El psicoanálisis encontrará más bien una alianza con el discurso de la histérica, una alianza con el síntoma del sujeto dividido, ahí donde el sujeto hace síntoma, con ese sujeto que construye su síntoma a través del encuentro con un analista reivindicando una verdad de su sufrimiento.

El lazo social es un ideal que siempre comporta un fracaso. Lacan presenta al psicoanálisis como un nuevo lazo social por la vía del síntoma (la clínica es síntoma) si bien este ubica el fracaso del lazo  social, hace posible el vínculo social.

La Clínica del Campo Freudiano ( CCF) es una institución y como tal está en el discurso del amo, su inscripción legal, económica tiene que cumplir con  los  requisitos legales  y económicos vigentes, también cumplir con el requisito de las titulaciones académicas para trabajar en ella, el amo exige las titulaciones universitarias como garantía… En estos temas no hay sino cumplir la ley, no es la cuestión. La cuestión para la CCF es sostener el discurso analítico y hacer lazo con los otros. La CCF tiene una función política: La clínica, la conversación de los casos en las continuas sesiones de supervisión ante todos y con un éxtimo ( y privadas cuando se considere) y la elaboración teórica de los mismos. Pero es el síntoma la vía por la que se hace lazo. La CCF es síntoma en los sistemas de salud que responden taponando el sufrimiento con diagnósticos, medicamentos y recomendaciones, la CCF hace síntoma porque ofrece un espacio que mantiene el agujero sin taponar con un saber cerrado, es el lazo que comporta un fracaso  pero hace posible el vínculo social.2  

Mantiene lazos transferenciales con pacientes y ex-pacientes (aunque la transferencia al analista se hay terminado) y es un lazo a la vida para muchos pacientes psicóticos que vuelven de vez en cuando, esporádicamente o simplemente llaman para saber que está ahí.
 
En la clínica hay un equipo trabajando. ¿Cómo se conjuga la soledad necesaria con el vínculo?

En la CCF somos varios trabajando. Cómo mantener la soledad del acto analítico, la soledad de la relación a la causa analítica y no hacer grupo, no dar lugar a deslizamientos imaginarios, en el seno de la clínica y ante lo social?

Maurizio Mazzotti en un texto publicado en el boletín de la Jornada de la ELP «El Psicoanálisis ante las nuevas identidades» cita a  Clotilde Leguil en LQ donde diferencia el je (en francés) del nosotros. El nosotros señala un grupo imaginario, de tipo segregativo, mientras que el je (yo), dice Lacan en el Seminario X, «allí donde dicen je, ahí es en el plano del inconsciente, se sitúa el objeto a.»

Dice también, de estos je es imposible que hagan  grupo. Aunque se haga comunidad, aunque se apele a veces  o en ciertos casos a una función del «nosotros» no es posible olvidar que se trata de psicoanálisis y que lo real es que es imposible decir qué es un psicoanalista,  lo cual hace imposible el nosotros. No es posible el nosotros, los psicoanalistas. Es imposible el nosotros como psicoanalistas, pero es posible un uso del semblante «nosotros» ante lo social.

No somos «nosotros» sino uno por uno solo en su relación a la causa  y con su síntoma en relación a la causa analítica.

En el Acto de Fundación en 1964 Lacan dice: «Fundo tan sólo como siempre he estado en mi relación con la causa analítica.»

Y en 1967 en La proposición del 9 de  Octubre: «Mi soledad es precisamente a eso que renuncié al fundar la Escuela».

La relación a la causa analítica es singular de cada uno y producto de su análisis. La soledad implica  una relación al Otro, pero una relación al S(A/) que es lo que caracteriza al acto analítico. Este es específico de la relación analizante-analista, es específico del psicoanálisis. 

El acto analítico se sostiene en soledad, la soledad de la desidentificación, la soledad producto del análisis y la formación. La soledad cuando el Otro que no existe ya no está para calmar y colmar la soledad del sujeto, se ha reducido al objeto que es su partenaire a solas, es la soledad del sí mismo.  El análisis personal llevado lo más lejos posible es requisito para estar solo con el síntoma  en «equipo,» para sostener el discurso analítico, ser uno más con su singularidad  sintomática  y evitar imaginarios que provoquen deslizamientos. El vínculo  de cada uno al discurso analítico y sostenerlo es el análisis y la formación. No hay El Psicoanalista y eso  hace síntoma al “equipo” y al “nosotros” y con eso hacemos lazo.
 

  1. J. Lacan. Seminario 17.  Paidos,  pag. 20.
  2. Ibíd. 

 
 
 
 
DE LA SOLEDAD DE LA ETIQUETA DIAGNÓSTICA A TEJER UN LUGAR EN LA PALABRA
     Carmen Campos Bernal
Cuando en 2003 J.A. Miller inició en Francia la defensa del psicoanálisis en el debate abierto sobre la regulación por el Estado de las prácticas psicoterapéuticas, nos encontrábamos en un momento de gestación de Adeamed, con las primeras reuniones constituyentes que respondían a nuestra preocupación por la soledad de los menores frente a determinadas prácticas. Por esto pensamos esta asociación sin ánimo de lucro que sería registrada en 2004 con el nombre de Asociación de Escucha a Menores en Dificultad.

Tomamos la orientación de J.A. Miller «Hay que saber que las prácticas de la escucha están destinadas a expandirse en toda la sociedad. De aquí en adelante estarán presentes tanto en la empresa como en la escuela, y cada uno puede constatar que inspiran el estilo mismo del discurso político contemporáneo. La escucha se ha convertido en un factor de la política y en una apuesta de civilización».
 
Nuestra respuesta era incidir desde el mismo nombre de la asociación sobre un modo de acción y no sobre un trastorno, evitamos adherirnos a lo que vivíamos a diario cada uno en su lugar de trabajo diverso, dónde los menores quedan confrontados a un discurso del amo que evalúa y clasifica con siglas, TDAH TEA, TOC, TC, TND, etc., es decir por fríos códigos diagnósticos que congelan al sujeto y lo introduce en la contabilidad epidémica.

Frente a la fuerza de esto, queda borrado e ignorando que las clasificaciones diagnósticas son meros convencionalismos, acuerdos que los profesionales han consensuado a lo largo de la historia, sometidas a variaciones y actualizaciones, no sin discrepancias, para tratar de ordenar la extensa y amplia complejidad de las dificultades y sufrimiento de los menores.
Generalmente nombrar con una sigla o una cifra, lleva asociado convertir al niño, a la niña o al adolescente en un objeto de cuidados, donde lo que se propone es que sea un elemento pasivo en su proceso de dificultad, con el riesgo grave de encontrar una forma de justificación , » yo soy…» y la tendencia a la cronicidad, sobretodo cuando la solución ofertada apunta básicamente a la medicación.

Nos topamos entonces, no con la soledad estructural que nos enseña el psicoanálisis frente al goce, sino a la soledad de estar abocado a un lugar dónde el Otro institucional o familiar relega al menor a ser un objeto de cuidados, sin generar un vínculo que incluya la posibilidad de ser agente de una elaboración o cambio.

Escuchamos con atención a Éric Laurent en el Foro de Sevilla en 2012 relatar que la crisis del control de la infancia, se caracteriza por un etiquetado patológico de niños y adolescentes, a la vez que los niños están cada vez más solos. » Estos niños solitarios pasan más tiempo en chat de internet, en juegos en red o solos frente a la tele. Todas estas pantallas miran la infancia, la cuidan, instalan una dependencia … esta oferta de objetos de goce inmediato esconde alguna cosa. Se esconde que el objeto es el niño, que él es el objeto de goce.»[2]
«La crisis del control de la infancia, de la cual hemos visto algunos síntomas, permite al sujeto, a la voz de este sujeto niño, hacerse escuchar en los intersticios de los discursos establecidos» [3].

Este Foro en Sevilla, marcó un momento de empuje en Adeamed por encontrar lugares dónde dar la voz al menor, ya que la forma de soledad con el objeto de goce en el caso de los menores, implica un modo de abandono.
Desde el 2004 al 2016, hemos trabajado en distintos lugares y organizado una serie de Jornadas de sensibilización y formación, con distintas colaboraciones, que nos llevaron a concluir tras nuestras VI Jornadas en la creación de un Proyecto de Atención Múltiple ( PAM), que se caracteriza por ser: Proyecto frente a Protocolo, Múltiple frente a Único, Invención frente a Estandarización.

Desde entonces hasta la actualidad, para su desarrollo propusimos la Red del Proyecto de Abordaje Múltiple, una forma de trabajo que se va desarrollando por etapas, en un movimiento y con un diseño en progresión de una red con nudos fundamentales a los que llamamos Espacio. Elegimos tomar palabras de la época, Red y Espacios, pero no hablamos de una red o un espacio virtual, hemos puesto el cuerpo, con tiempo y deseo. Queremos investigar si la oferta de esta Red y Espacios, a pesar del momento histórico de la supremacía de lo virtual tiene efectos de acogida y acompañamiento en los menores, confrontados al aislamiento que ha generado la tecnología.

«¿Hay algo nuevo en el universo simbólico de la vida de los adolescentes de hoy? Si algo podemos ubicar como nuevo en el régimen social de la época es la presencia masiva de lo digital en la vida de las personas.La supremacía de las pantallas, el espacio virtual, las redes sociales, forman parte indisoluble del orden simbólico en el que los adolescentes( y no sólo ellos, aquí encontramos otro rasgo nuevo: la supresión de las diferencias generacionales en relación con los objetos de consumo, por ejemplo) configuran sus modalidades de vínculo social sus recorridos y aprendizajes».[4]

En un primer periodo hemos sostenido el Espacio Taller y el Espacio Escucha.
En el último año el Espacio Escucha ha tomando la estructura del CPME Cádiz, en construcción, que esperamos inaugurar a lo largo del segundo trimestre de 2018.
Uno de los puntos que hemos trasmitido, es que desde el primer contacto se trata de una acogida dónde se transmitirá que el menor tendrá tiempo para aportar algo de él que ayude a construir este lugar y esta relación. Acogerlo para que ponga en juego sus intereses, sus capacidades, sus motivaciones propias. Separarnos del tiempo de la ciencia, de la escuela, de lo social, porque no coinciden con el tiempo del sujeto. Hay que encontrar una articulación posible, sosteniendo y respetando los tiempos individuales. En este sentido hay que privarse de ejercer un poder sobre el menor.

Caminar hacia el CPME Cádiz ha sido una consecuencia lógica del trabajo que venimos desarrollando en estos años desde Adeamed, poniendo en valor que el psicoanálisis no se orienta en su práctica por ningún ideal de adaptación preestablecido. Permitir al menor y a su familia hacer la experiencia del inconsciente y posibilitar una apertura al deseo.
Tenemos muy presente la advertencia de JA Miller, «La práctica de la escucha siempre especula con el poder propio de quién se instala en posición de oyente, y hace del oyente, quien se sostiene entonces en esta posición disimétrica, un amo, el amo del otro, el amo del que se hace escuchar… El psicoanalista y el psicoterapeuta no hacen el mismo uso del poder que les es así distribuido por esta posición disimétrica de escucha, aún si el psicoanalista puede verse llevado- si utiliza su mollera, si se da cuenta de las coordenadas del caso- a moderar la potencia de la operación analítica, retenerla, sofrenarla, canalizarla e incluso plantearse cuando cabe no emplearla, no proceder por ese sesgo».[5]

Un CPME Cádiz, que no confunda psicoanálisis y psicoterapia, que no haga consistir al Otro, que trabaje fuera del sentido, orientado por lo real, que tome a su cargo la necesidad de la transmisión de una práctica, esa es nuestra apuesta.

  1. J.-A Miller De la utilidad social de la escucha Virtualia 10 p.p. 24 Aparecido en la edición de Le Monde del jueves 30 de octubre de 2003 Traducción: Carmen Cuñat y Oscar Caneda 
  2. Éric Laurent Estamos todos locos. La salud mental que necesitamos. La crisis del control de la infancia. Conferencia impartida en el Fórum de la ELP en Sevilla «La infancia bajo control». Editorial Gredos 2012 p.p. 135-6 
  3. Ibid p.p.143-144 
  4. Eugenio Diaz ( Coord.) Una Pragmática de la Fragilidad Humana Editorial UOC 2016. p. 94 
  5. J.-A.Miller. El lugar y el lazo. Psicoanálisis aplicado a la terapéutica. Paidos Buenos Aires, 2013 p.p. 48-9 

 

  INDIVIDUALISMO DE MASAS, HEDONISMO Y SOLEDAD

Félix Rueda

Emergencia de la ciencia clásica y soledad

La soledad como problema humano, es un hallazgo, que aparece en la civilización en el momento de la irrupción de la ciencia clásica en el mundo. Lo cual supone un “corte epistemológico” entre las ciencias antiguas y las modernas e inaugura un nuevo régimen del saber que va a producir una verdadera mutación a nivel de la civilización. Hasta ese momento el hombre jamás estaba solo, porque Dios existía y lo acompañaba. Cuando el hombre estaba solo era porque estaba sin Dios (1).

La inmixión en el mundo de esta revolución científica, que Lacan, en su dimensión de aceleración temporal progresiva, califica “de galopante” y “de reacción en cadena” (2), transforma todos los campos de la tradición en la civilización occidental: la filosofía, la política, la religión, la economía, el derecho, las artes, las costumbres y la moral… Se confía en que la razón resolverá todos los problemas sustituyendo la tradición por el razonamiento lógico. Y en lugar de ver el mundo como la puesta en escena de la voluntad divina se descubre el juego infinitamente complejo de innumerables pequeñas causas. Es la destrucción del mundo jerárquicamente ordenado, sustituido progresivamente por la identidad de sus elementos componentes y la uniformidad de sus leyes. Lo real nuevo hace palidecer los semblantes de la tradición.

Aparece en este momento por primera vez en la literatura europea el cultivo de la introspección y la confidencia por sí mismos. El tema de la soledad, en su consideración “moderna”, preside las Confesiones y culmina en Las ensoñaciones del paseante solitario de Rousseau. Es su última etapa como escritor y también de máximo aislamiento, excluido del mundo, debido a la persecución que sufre a causa de su manía persecutoria. 

Este cultivo de la soledad, con el esfuerzo de escritura y de adecuación del lenguaje a su búsqueda interior, rechaza una razón discursiva, pero no una razón intuitiva, capaz de iluminación inmediata, lo que da pie a la construcción de un sistema racional universal (3). El mundo –y este es el cambio aportado por Rousseau- queda reestructurado por la subjetividad (4). Es en cierto modo el reverso del dictado de la ciencia.

Nuestra época, resultado también de esa aceleración progresiva, galopante, de los efectos de la ciencia es calificada por los sociólogos contemporáneos como una época del hedonismo y del individualismo de masa. 
Jacques-Alain Miller (5) ha definido este individualismo reinante como anómico, sin reglas, y que paradójicamente es la regla del conformismo contemporáneo, resumida como: “todo el mundo está invitado a ser original”. Este individualismo es una reivindicación de libertad: “Mi cuerpo es mío, mis ideas son mías, mi ropa es mía”, que se define por el narcisismo. En el reverso de este discurso hedonista, de lo Cool, encontramos la expansión de la soledad.

La era del cenit del objeto a

Durante 1967 Lacan, se refiere en diversas ocasiones a la segregación. En cada una de ellas resalta las profundas transformaciones que la universalización del sujeto de la ciencia ha producido en todas las estructuras y jerarquías sociales.

Cuanto más esta universalización se acompaña de la dilución de lo simbólico más aumenta el dominio en nuestra vida cotidiana, de los objetos a, siempre dispuestos a atraparnos en cualquier momento (6). Siendo el precio a pagar por esta universalización la segregación, uno de cuyos nombres actuales es la soledad.

Esta lógica que Lacan vaticina es la que Miller ha resaltado como el ascenso al cenit social del objeto a. Es el vínculo con la mirada o la voz del hipnotizador, que Freud situó como entrega irrestricta, fascinada, en la que el yo se sacrifica al objeto que “sirve para sustituir un ideal del yo propio” (7). Esto llevado al paroxismo, ya que el goce no se articula como antaño al ideal –resultando el cuerpo separado de las palabras. Y si, como dice Freud, “el vínculo hipnótico es una formación de masa de dos” (8), vemos en este vínculo solitario al objeto a una de las matrices del individualismo de masa, en el que el principal nombre del sujeto es su fijación de goce. 

De lo que se deduce la fragilidad del lazo social y la emergencia, frente a cualquier reconocimiento del plus de goce en el otro, del rechazo bajo la forma del racismo (9). El goce que se reconoce en el otro y desencadena el racismo finalmente es el odio al propio goce, ignorado, que se enraíza en el cuerpo propio.

En esta nuestra época del goce extraviado, “solo el Otro lo sitúa, en la medida en que estamos separados de él. De ahí unos fantasmas, inéditos, cuando no nos mezclábamos” (10) . Al ignorar la raíz del goce, el otro debe de ser mantenido lejos y aun así surgen fantasmas cuya constante es que el goce del Otro sustrae el mío (11). 

Frente a las condiciones de nuestra época que produce aislados, hemos de diferenciar este empuje al aislamiento de la soledad -tal y como lo plantea Philippe La Sagna (12) siguiendo al Lacan del Seminario Aun-, y que entiendo es la propuesta que realiza el psicoanálisis: La soledad es la aspiración de separarse de la propia palabra y entrar en relación con eso que no habla, un real, verificando la inexistencia del Otro. Si no hay relación del Uno con el Otro, hay soledad que permite aproximarse a ese no-hay. Mientras que aislarse es evitar la soledad con cualquier artilugio, fantasma o delirio.

Notas

[1] Este texto se orienta del artículo de Philippe La Sagna: De l’isolement à la solitude. La cause freudienne nº 66. Navarin. Paris 2007. p. 43. La Sagna viene reflexionando desde largo tiempo sobre la soledad publicando diversos artículos sobre el tema. L’elaboration de la solitude, La cause freudienne nº 40. Les semblants de la solitude. La cause freudienne nº 24.
[2] Lacan, Escritos, p.834.
[3] Starobinski, J.: Jean Jacques Rousseau. La transparencia y el obstáculo. Ed Taurus, Madrid 1992.
[4] Bermudez Cañete, F.: Soledad y naturaleza en la obra literaria de Rousseau. Cuadernos Hispanoamericanos nº 390, Madrid 1982. www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/num-390-diciembre-1982/
[5] Miller, J-A., Las buenas noticias del progresoEl libro blanco del psicoanálisis. Ed. Gredos ELP. Barcelona, 2006, p. 18.
[6] Lacan, J., Breve discurso a los psiquiatras (1967). Inédito.
[7] Freud, S., Psicología de las masas y análisis del yo, OC, t. XVIII; Bs As Amorrortu. p. 106.
[8] Ibídem, p. 108.
[9] Lacan, J.: El Seminario. Libro 18. De un discurso que no fuera semblante. Cap. II. Bs As, Paidós, 2009, p. 29.
[10] Lacan, J., Televisión. Otros Escritos, Bs As, Paidós 2012, p. 560.
[11] Miller J-A., Extimidad, cap.XXI, Bs As, Paidós, 2010, p. 55.
[12] La Sagna, P., De l’isolement à la solitude. La cause freudienne, nº66, Navarin. Paris 2007.

 

LA SOLEDAD DEL PSICOANALISTA, NO SIN LOS OTROS

Gabriela Medin

 
«Tal como lo pienso actualmente, el psicoanálisis es intrasmisible. Es bastante molesto… es bastante molesto que cada psicoanalista se vea obligado a reinventar el psicoanálisis«. [1]Estas palabras de Lacan remiten a la particularidad de la transmisión y de la formación en psicoanálisis. Sólo es posible una transmisión encarnada, pasada por la experiencia singular y por el propio análisis. Se reinventa en singular. Pero reinventar implica también tomar en cuenta las coordenadas de la época , del tiempo y del lugar donde llevamos a cabo nuestra práctica.
 
A lo largo de mi formación he transitado por distintas instituciones. Y en cada una de ellas puedo ubicar retrospectivamente de qué forma convenían a mi síntoma. Es el propio síntoma el que condiciona el lazo y la ubicación en la institución, y es a partir de allí que puede construirse un “saber –hacer”, un estilo y por tanto, reinventar el psicoanálisis en cada acto.
 
Marcada en mi formación por la presencia del psicoanálisis en las instituciones, no podía concebir su escasa presencia en los hospitales cuando llegué a  Madrid.

Empujada por mi facilidad para moverme en el territorio del discurso del amo y de la ciencia,  me hice un lugar en un Hospital pediátrico. Lugar fértil, tanto para mi práctica como para continuar depurando mi deseo como analista.
 
Cómo sostener el discurso del psicoanálisis en una institución orientada por el discurso del amo?

Hay dos indicaciones de Lacan que me resultan preciosas para orientarme en el hospital.

La primera es: “No hay un solo discurso donde el semblante no conduzca el juego. No vemos por qué el último en llegar, el discurso analítico, escaparía a ello… Entonces relájense, sean más naturales cuando reciban a alguien que viene a pedirles un análisis”[2]Se trata de sostener el semblante que convenga. Pienso la intervención en el hospital como una performance, la actuación que contiene el acto. Puede suceder en el pasillo, en el ascensor, en el pase de visita o en la consulta.

La segunda es: “El fin del discurso del amo, por ejemplo, es que las cosas marchen al ritmo de todo el mundo. Y bien, esto no es de ningún modo lo mismo que lo real, porque lo real, justamente, es lo que no anda, lo que se pone en cruz ante este convoy, más aún, lo que no cesa de repetirse para entorpecer esta marcha[3]. Orientados por lo real, sabemos ver las grietas, las fracturas, los puntos de impasse institucionales.  Lo real irrumpe, el sujeto se divide, tanto el paciente como el médico, dando lugar a que algo de la subjetividad se ponga en juego. Esas fracturas son oportunidades de intervención para el psicoanalista, para su acto.  Cuando esas intervenciones hacen serie, es posible que cambios institucionales más duraderos tengan lugar. Una serie de actos, durante muchos años, nos ha posibilitado sostener hoy un funcionamiento institucional flexible en la Unidad donde trabajo. Un modelo de atención verdaderamente centrado en el paciente, que respeta que cada quien (niño o adolescente y sus padres) encuentra su forma de hacer frente a una enfermedad grave.  No hay protocolo “psicosocial”, o mejor, el protocolo es el “uno por uno”.
 
El psicoanalista se autoriza de si mismo, y de algunos otros[4] dice Lacan en la Proposición, refiriéndose a la institución analítica. Ese algunos otros tiene una doble resonancia en mi. Por un lado,  los otros de esa comunidad de experiencia que es la Escuela. Pero también, a nivel macro,  los otros de la sociedad de nuestro tiempo.
 
Esta convicción de que para que el psicoanálisis perdure es necesaria la interlocución con otros ( con otros discursos y con otros que encarnan otros discursos en nuestra ciudad) es la que me ha llevado a inventar y/o  participar en diferentes dispositivos institucionales en Madrid a lo largo de los últimos quince años. Espacios de conversación con médicos y con educadores en los que leer la subjetividad de la época.
 
Fue precisamente a partir de la interlocución con otros preocupados por los jóvenes y por la escasez de lugares de acogida para ellos en nuestra ciudad, que surgió el CP-ADO. Es un dispositivo leve y simple, que sigue la estela de los CPCTs y del CPA-Madrid. Acoge jóvenes entre 12 y 25 años, gratuitamente, por tiempo limitado.

Es una nueva apuesta política de inserción del psicoanálisis en la ciudad. La posibilidad de estar solo y no aislado, de estar solo con otros es un logro, una adquisición para el sujeto. La clínica con niños y con adolescentes lo demuestra.

Para los jóvenes salir del tiempo de la infancia, encuadrado por el discurso familiar y escolar , para tomar decisiones a riesgo propio y construir su camino supone un desafío. En esa delicada transición , encontrar un lugar donde se acoja su palabra, permite subjetivar ciertos malestares, salir del encierro, hacer fructificar la confrontación, poner en juego su deseo. Cuando algo de esto sucede, las marcas del encuentro perduran.

El psicoanálisis no es «para todos», no tiene su lugar en todos lados, pero en todos lados puede recordar que el sujeto surge de la palabra -ser hablante, ser hablado, hablante ser. A través de los años y las culturas, las estructuras clínicas y las lenguas, evalúa la potencia de la palabra, propone una alternativa al peso angustiante del determinismo científico que no es la esperanza de un milagro. Sitúa el campo de lo necesario, mantiene el lugar de lo contingente. [5]

En las Primeras Jornadas de la FCPOL esperamos poner en común y al trabajo,  las múltiples invenciones, la práctica y los diversos modos de hacer lazo de los psicoanalistas en las instituciones.
 
 


[1]   9e Congrès de l’École Freudienne de Paris sur « La transmission » . Parues dans les Lettres de l’École, 1979, n° 25, vol. II, pp. 219-220.
 
[2] Lacan J. La tercera. Revista Lacaniana de psicoanálisis. N 18.
[3] Lacan J.  La tercera.  Revista Lacaniana de psicoanálisis N 18.
[4] Lacan J. La proposición del 9 de Octubre de 1967
[5] Laurent E . Mental Junio 1995

 

FUENTE:  I Jornada de  FCPOL 

 CLÍNICA PSICOLÓGICA LEÓN | Psicólogos León Depresión – Aislamiento – Fobia Social – Crisis Ansiedad

   Gran Vía de San Marcos 3  - 24001, León

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