¡Un esfuerzo más para amar a las mujeres!

¡Un esfuerzo más para amar a las mujeres!

Anaëlle Lebovits-Quenehen

Los hechos de abuso sexual que escandalizan en los medios, son un buen testimonio de lo que las
mujeres pretenden liberarse, favorecidas esta vez por un movimiento de masas. Las tribunas y
contratribunas que ven la luz en esta ocasión, dan fe de la importancia de lo que está en juego.
Saludamos este movimiento, con energía. El rebajamiento del que las mujeres eran (y son aún)
objeto por parte de un cierto número de hombres ha parecido por mucho tiempo estructural, sin
embargo él se fecha. Pero los tiempos cambian y encontrándose el Nombre del Padre en retroceso
un gran número de mujeres salen hoy de su reserva para rechazar desprecios, abusos y más grave
aún, violencias que llegan hasta el crimen. Rechazan de ahora en más el yugo que ciertos hombres,
tan poco seguros de serlo, les imponen habitualmente. Es una alegría.

Lacan arroja sobre la causa de las mujeres una luz nueva ya que permite considerar a las
mujeres especialmente como objetando toda definición universal y, más allá, a toda tentativa de
esencialización. Ninguna esencia de la mujer. He ahí el sentido de su famoso “La mujer no existe”.

Más que todo ser hablante, una mujer escapa en tanto tal, a toda tentativa de normalización. Decir
que la norma es macho, es también decir que a partir que la norma aparece, nos encontramos en el
registro del goce fálico y no femenino. Es en tanto que ellas lo objetan especialmente, que la
humillación de las mujeres, que va a veces hasta la agresión, encuentra sin duda su causa profunda.

Aquellos a quienes las mujeres asombran, desbordan, incluso angustian y que rechazan caer bajo
sus encantos, con frecuencia las maltratan. Siguiendo esta perspectiva, celebramos un primer
aspecto de esta campaña de liberación de las mujeres, pero lamentaremos un segundo.

Nos regocijamos primero, de aquello que la impunidad de los hombres impotentes de amar a
las mujeres y creyéndose por eso obligados a dominarlas, se ve hoy muy fuertemente en jaque. La
ola de controversias actuales les impone, al menos para comenzar, una necesaria moderación. Nos
regocijamos también de que el destino de las mujeres a partir de ahora conmueva lo suficiente al
mundo occidental en su conjunto como para que se vuelva difícil pactar con las ideologías que
hacen de la negación de las mujeres su fondo de comercio, porque esas ideologías son enemigas no
sólo de las mujeres, sino a través de ellas del género humano. El episodio que atravesamos, nos
recuerda lo suficiente que en un número importante de países la cotidianeidad de las mujeres se ve
marcada por crímenes admitidos. Para la mirada de estos países, que son tan de mundos vecinos al
Lacan Cotidiano N° 760 – Selección de artículos Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana
nuestro, la democracia es bella y grande! Y que suscita el deseo como lo hacía escuchar
nuestro último foro en Turin, ”Deseo de democracia en Europa”! Porque es necesario decir
que la democracia, si ella no es suficiente para asegurar la igualdad efectiva de derechos de
hombres y mujeres, es sin embargo el régimen político más favorable para las mujeres, no lo
olvidemos.

Pero el momento que vivimos, actualiza también la manera en que ciertas mujeres
parecen tener el deber de liberarse del yugo de los hombres de un modo fálico.
“Balancetonporc” ((#denunciatucerdo), ese solo enunciado hace signo. Es tan poco sutil, que
parece más bien algo tomado de hombres misóginos para volverlo en contra ellos por
mujeres misandrias, que algo inventado por mujeres que aman a las mujeres y desde allí las
defienden. Y más allá de lo anunciado, la avanzada de la causa de las mujeres que vivimos,
parece también la ocasión de dar curso libre a un cierto odio a los hombres. Entonces, si es
necesario anunciar el fracaso de la era de los hombres contra las mujeres, ¿Habría que
anunciar la era de las mujeres contra los hombres?

Cuando la misoginia se ve felizmente cortada, ¿Hace falta que la misandria haga su
entrada en la escena? La causa de las mujeres no avanzará quizás sin una rabia, demasiadas
veces justificada. Pero la rabia no es el odio. En todo caso, ridiculizar a los hombres que
odian a las mujeres, haciéndolo para denunciar los abusos, no permite hacer la demostración
de lo que amamos en las mujeres en tanto que tales.

Si lo que distingue a las mujeres, quizás no todas las mujeres y quizás no solamente
las mujeres, objeta a toda norma o esencia al punto que el término mismo de “feminidad” sea
dudoso, es tan vano pretender que las mujeres son inferiores a los hombres, como pretender
que ellas son hombres, o aún que ellas se les oponen electivamente. A condición que se las
considere una por una, cada una haría estallar todos los conjuntos donde se pretenda
circunscribir a las mujeres: ni idéntica, ni por, ni contra, más precisamente Otra, es lo que
vuelve tanto más imperativo que ellas sean iguales a los hombres desde el punto de vista del
derecho.

Agreguemos que pensar a las mujeres contra los hombres, como se siente la tentación
hoy en una parte de la opinión – y no solamente femenina – es una manera de no preocuparse
demasiado de que a veces, hombre y mujer, son también el uno cerca del otro. Y es ahí
mucho más difícil. Si la sexualidad hace síntoma, el rebajamiento de las mujeres es una
manera culpable de tratar ese síntoma, esa clase de tratamiento donde gozar de una mujer,
viene a paliar la impotencia de los unos a hacer de las otras el objeto de un auténtico amor y
deseo. Eso no luce. Es incluso a veces duramente condenable. Pero los deseos revanchistas,
más de odio que de rabia, que se sienten despuntar en ocasión de ciertas denuncias,
frecuentemente justas, hablan de la misma impotencia del lado de algunas mujeres.

Apostemos que se trata de un primer tiempo, ése que sanciona la salida de una demasiada
prolongada sumisión. Eso llama a un segundo tiempo. La causa de las mujeres es a la vez
digna, necesaria, esencial, en cuanto ella reivindica una igualdad efectiva de derechos de
hombres y mujeres, es en lo que participa incuestionablemente esta campaña. Por el
contrario ella se oscurece cuando pasa por diluir el no-todo en el todo, imitando en eso, no
tanto a los hombres como entre ellos a esos que tienen un serio rencor contra las mujeres.
En fin, humanos, humanas, ¡un esfuerzo más para amar a las mujeres!

Traducción Estela Schussler

 

Fuente: Wapol

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